Ocho de los diez países del mundo con mayores “emociones positivas” (léase felicidad) están en América Latina y el Caribe. En orden descendente: Panamá, Paraguay, El Salvador, Venezuela, Trinidad y Tobago, Tailandia, Guatemala, Filipinas, Ecuador y Costa Rica. Al leer la lista, dan ganas de bailar. Sin embargo, cuando uno analiza el pie de página con las preguntas sobre emociones positivas, dan ganas de llorar: “¿Usted se sintió descansado el día de ayer..?”. Creo que Gallup nos está diciendo algo. ¿La cultura de la siesta, del vuelva-mañana y tómese-la-vida-con-calma tendrá algo que ver con la felicidad del sur?
Volviendo a Kahneman, tomemos el ejemplo del matrimonio para ilustrar el punto de vista individual/psicológico. En un estudio de 14 años, Clark, Diener y Goergellis encuentran una V invertida entre felicidad y años de casado: el pico de la felicidad, controlando por múltiples factores, ocurre justo antes de casarse y se extiende a los primeros dos años de matrimonio. Luego, se observa un gradual desliz hacia la infelicidad que se detiene más o menos donde todo empezó al iniciarse la relación. No parece ser un resultado que requiera de interpretaciones astrofísicas. Sin embargo, Kahneman añade algo importante: quizá este estudio no signifique que los recién casados sean de verdad más felices, sino que al responder sobre el matrimonio las personas tendemos a asociar cosas agradables con los primeros años de matrimonio. Aunque seamos igual de felices hoy que hace 20 años, diremos que fuimos más felices al casarnos. Refleja un ancla, un sesgo cognitivo de focalización.
Un minucioso estudio de Victoria Reyes-Garcia y colegas, sobre los Tsimane de Bolivia –un grupo étnico relativamente aislado en el bosque tropical boliviano– testea la hipótesis colectiva/culturalista sobre el sesgo de anclaje. Encuentran que la “consonancia cultural” de un individuo –su adaptación al estándar local de bienestar- es más importante que muchos otros factores asociados al bienestar subjetivo. ¿Y, cuál es la “consonancia cultural” de un Tsimane? Típicamente, incluye tener “una buena parcela de cultivos, tomar cerveza hecha en casa y hospedar huéspedes”. Nada sobre dinero, ni bienes materiales, éxito político o empresarial, menos sobre “la capacidad de ser libre”, “decidir sobre el destino propio” o “ser autónomo”. Una buena vida en la comunidad Tsimane es vivir acorde a las reglas Tsimane de una buena vida. Más anclaje cultural/colectivo imposible.
Lo que nos devuelve a la noticia de Gallup. Después de diez años de crecimiento económico sostenido, reducciones aceleradas de la pobreza y la desigualdad, más nos vale tener “emociones positivas”. Queda, sin embargo, mucho por hacer. La buena noticia regional es que el anclaje cultural/colectivo parece dictarnos optimismo. ¡Cuidado con sacudir este avispero el 2013!.
Fuente: @Peru_Finance