
La rápida relevancia que desarrolló en este contexto durante los sesenta es claro reflejo de que su obra carece de las referencias más habituales, situándose en un territorio cuya excepcionalidad es única. La amplitud de sus intereses le permitió vincularse con los movimientos contraculturales del momento, especialmente con el hippie, lo que se refleja en sus obras audiovisuales menos conocidas, como Self Obliteration (1968), en las que la pintura se transforma en elemento que empapa el espacio para estallar en verdaderas celebraciones del cuerpo y de la libertad sexual.
Al volver a Japón en 1973 Kusama encarna el trauma del sujeto globalizado, cuya pérdida de raíces le conduce a episódicas crisis psiquiátricas. A este proceso le acompaña una vuelta a la pintura y a otro tipo de medios privados, como la escritura de su novela Manhattan Suicide Addict (1978), en contraste con la dimensión pública de sus happenings neoyorquinos. Ya en los ochenta y noventa retoma la producción pictórica y escultórica en diálogo con la retícula moderna para convertirla en un motivo orgánico, aludiendo así a las acumulaciones de apéndices previas.
En la actualidad, Yayoi Kusama continúa trabajando en su estudio de Tokio. Más allá de la concentración en el aspecto patológico y terapéutico del arte, esta exposición pretende reflejar la profundidad de su trayectoria así como su contemporaneidad, mostrando también recientes instalaciones, como I´m Here, but Nothing (2000), y otras concebidas para la ocasión, como Infinity Mirrored Room – Filled with the Brilliance of Life (2011).
Fuente: http://www.artecontexto.com/es/recomendaciones_20110510.html
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