jueves, 24 de noviembre de 2011

Julio Cortázar (1914-1984) y la esperanza y su vida

"La esperanza es la vida misma defendiéndose".
Escritor argentino que fue un renovador del género narrativo, especialmente del cuento breve, tanto en la estructura como en el uso del lenguaje. Aunque nació en Bruselas, vivió en París la mayor parte de su vida -ciudad en la que murió- y en 1981 se nacionalizó francés, como protesta ante la toma del poder de las diferentes juntas militares en Argentina, es un autor argentino plenamente integrado en la literatura hispanoamericana.
Nació en Bruselas, pero sus padres se trasladaron pronto a Buenos Aires. Estudió en la Escuela Normal de Profesores y fue profesor de Lengua y Literatura francesa en varios institutos de la provincia de Buenos Aires, y más tarde en la Universidad de Cuyo. En 1951 consiguió una beca para realizar estudios en París y ya en esta ciudad pasó a ser traductor de la UNESCO, trabajo que desempeñó hasta su jubilación. Un rasgo importante de su vida es que a raíz de un viaje que realizó a Cuba, invitado por Fidel Castro, se convirtió en gran defensor y divulgador de la causa revolucionaria cubana, como años más tarde haría con la Nicaragua sandinista. Mantuvo, a lo largo de su vida, un compromiso político activo, sobre todo en defensa de los derechos humanos. Formó parte del Tribunal Russell II que, en 1973, juzgó en Roma los crímenes llevados a cabo por las dictaduras latinoamericanas. Resultado de esta actividad fue su libro Dossier Chile: el libro negro.
Viajero impenitente e intelectual abierto, fue uno de los protagonistas del boom de la literatura latinoamericana. Estos escritores consiguieron, a través de sus encuentros literarios y conferencias en diversos foros tanto de Estados Unidos como de Europa, sus relaciones con editoriales, sus colaboraciones con la prensa europea, un reconocimiento internacional para su obra, que, sin renunciar a sus raíces culturales, se universalizó tanto en temas como en estilos. Así, lo que empezó siendo un lanzamiento editorial de una nueva narrativa se convirtió en una presencia renovadora constante de la literatura, debido, por supuesto, a la calidad de las obras. Gran parte de su obra constituye un retrato, en clave surrealista, del mundo exterior, al que considera como un laberinto fantasmal del que el ser humano ha de intentar escapar. Una de sus primeras obras, Los reyes (1949), es un poema en prosa centrado en la leyenda del Minotauro. El tema del laberinto reaparece en Los premios (1960), una novela que gira alrededor del crucero que gana un grupo de jugadores en un sorteo, y que se va convirtiendo a lo largo del relato en una auténtica pesadilla.
El Cortázar de los cuentos ha creado escuela por sus propuestas sorprendentes, su aprovechamiento de los recursos del lenguaje coloquial y sus atmósferas fantásticas e inquietantes que pueden emparentarse con las de los relatos de su compatriota Jorge Luis Borges. El ritmo del lenguaje recuerda constantemente la oralidad y, por lo tanto, el origen del cuento: leídos en voz alta cobran otro significado. Lo curioso de estos relatos es que el lector siempre queda atrapado, a pesar de la alteración de la sintaxis, de la disolución de la realidad, de lo insólito, del humor o del misterio, y reconstruye o interioriza la historia como algo verosímil. Entre las colecciones de cuentos más conocidas se encuentran Bestiario (1951), Las armas secretas (1959), uno de cuyos relatos, El perseguidor, se ha convertido en un referente obligado de su obra; Todos los fuegos el fuego (1966); Octaedro (1974), y Queremos tanto a Glenda (1981). Entre el relato y el ensayo imaginativo de difícil clasificación se encuentran Historias de cronopios y de famas (1962), La vuelta al día en ochenta mundos (1967) o Último round (1969). También escribió algunos poemarios como Presencia (1938), Pameos y meopas (1971) o Salvo el crepúsculo (póstumo, 1985).
Siguiendo la tradición inaugurada por Edgar Allan Poe, Cortázar ha escrito breves ensayos, como Algunos aspectos del cuento, en el que establece las diferencias entre novela, que implica varios acontecimientos en sucesión, y cuento, un acontecimiento principal que sirve de núcleo alrededor del cual se articulan las acciones del personaje y todos aquellos elementos significativos que, como la metáfora, el símbolo o las referencias a determinados objetos o situaciones, anuncian al mismo tiempo que, creando pistas inciertas o ambiguas (origen de la tensión del relato o intriga), ocultan el desenlace. Aplicando la terminología del boxeo, Cortázar dice que la novela gana por puntos y el cuento por knock-out. Insiste en la necesidad de condensación y en que no hay temas importantes y temas insignificantes: cualquier tema, aun el más trivial (y para demostrarlo cita los cuentos de Chéjov), puede volverse significativo gracias a un buen tratamiento literario. Ejemplo de ello es el cuento Continuidad de los parques, en el que un hombre está leyendo una novela que narra cómo conspiran una mujer y su amante para matar al marido, que resulta ser el señor que lee la novela. Además de la constante de la mezcla de realidad y ficción, aparece aquí la figura del lector que, a su vez, es personaje del texto que lee. La llamada mise-en-abîme (la narración que contiene a su vez otra narración) es uno de los recursos tradicionales que Cortázar enriquece con su perspectiva más contemporánea.
Rayuela (1963), la obra que despertó la curiosidad por su autor en todo el mundo, compromete al lector para que él mismo pueda elegir el orden en el que leerá los capítulos: de manera sucesiva o siguiendo un esquema de saltos que el autor ofrece en el comienzo del libro, pero que no excluye -al menos hipotéticamente- otras alternancias posibles. Rompiendo de este modo con toda pauta convencional de linealidad narrativa y sugiriendo que el lector haga una incursión personal en el libro, Cortázar propone lo que la investigación lingüística y literaria ha llamado desconstrucción del texto. Al mismo tiempo, los discursos literarios, filosóficos, políticos y hasta eróticos que se insertan en la novela se corresponden en gran medida con cuestiones heredadas de la literatura del absurdo, concretamente de autores como Franz Kafka y Albert Camus. Se trata de representar el absurdo, el caos y el problema existencial mediante una técnica nueva. El autor pretende echar abajo las formas usuales de la novela para crear una narración basada en una especie de ars combinatoria infinita por la cual se generan las múltiples lecturas capaces de articular la trama, la intriga, los personajes, el desdoblamiento autor-narrador (dualidad que, sin duda, remite una vez más a Cervantes como creador de la novela moderna) y hasta la reconstrucción de la cronología. Él mismo ha declarado que quería superar el falso dualismo entre razón e intuición, materia y espíritu, acción y contemplación, para alcanzar la visión de una nueva realidad, más mágica y más humana. Al final de la novela, en oposición a la novela clásica o tradicional, quedan interrogantes sin resolver: nada se cierra, todo está abierto a múltiples mundos.
Cortázar llevó después estos planteamientos estéticos a su novela 62 / modelo para armar (1968), obra que toma su nombre del capitulo 62 de Rayuela, que no se lee si se sigue el orden fijado por el autor. Con el trasfondo político de la situación latinoamericana y de la vida de unos exiliados en París, pero con las mismas inquietudes literarias, publicó en 1973 El libro de Manuel.
@SimplesComillas:

domingo, 20 de noviembre de 2011

Muerte del último playboy, Gunther Sachs.


Gunther Sachs y Brigitte Bardot
Cuando Gunther Sachs murió la primavera última y volví a escuchar la palabra playboy, pronunciada en el contexto de su biografía, una ráfaga de recuerdos periodísticos me vino a la memoria. Ciudades, fotos, nombres. Hombres con blazer cruzado y pañuelos de seda enrollados al cuello, a la manera Vilallonga en Desayuno con diamantes. Eran recuerdos de prensa rosa, porque, cuando Sachs realizaba sus hazañas con las más hermosas mujeres públicas del momento, yo trabajaba en Garbo, y los playboys, así como sus conquistas y sus métodos, formaban parte de la rutina que manejábamos en la redacción, junto con los avatares de la hija y las nietas de Franco, el destino de los Kennedy, las aventuras de los Onassis y las andanzas del principado de Mónaco.
Sachs se pegó un tiro en su chalet de Gstaad, Suiza, a los 78 años, en un momento de lucidez de su alzhéimer. Era el último superviviente del ramillete de playboys de pata negra que iniciaron el movimiento -por llamarlo algo- a mitad de los cincuenta, y que tuvieron su esplendor en los sesenta. En los setenta, su mariposeo ya había sido contaminado por la frivolidad -aunque parece una redundancia- con que la prensa del corazón y la vox populi concedían el título a cualquier pichabrava que saliera más de una vez fotografiado con la misma señora. Los playboys se mezclaron con los latin lovers, así como con actores y productores cinematográficos, en un revoltillo popular que debió de ofender a los iniciales promotores de la cosa. En el mundo de hoy, reconozcamos que tan pasados de moda están los unos como los otros. Eso sí, los playboys de solera tenían clase.
Todos eran o muy ricos por familia o muy emprendedores, o las dos cosas a la vez. Y lo suyo -lo de los suyos- no eran precisamente los escrúpulos. Sachs era el heredero de la firma automovilística Opel, que en los Juegos Olímpicos de 1936 -presididos por Hitler- había presentado el modelo de coche Olympia, y que durante la II Guerra Mundial, surtió al ejército alemán con todo tipo de motores. El más viejo de todos, el boliviano Antenor Patiño, era hijo del "rey del estaño", que arruinó a los indígenas de su país, y fue embajador en Madrid y Londres. Porfirio Rubirosa, dominicano, era también diplomático, partidario y amigo íntimo del dictador Rafael Trujillo -el de La fiesta del chivo, de Mario Vargas Llosa-, y debía su posición y su fortuna a este reconocido canalla. Francisco Baby Pignatari, quizá el más loco de todos, el más desinhibido -que es mucho decir-, era un brasileño de origen italiano que multiplicó la fortuna familiar con sus fábricas e inventos metálicos, que patentó el corte de carne "cuadrado de mandril" a la brasileña -más jugoso que el argentino- y fue uno de los fundadores de la moderna São Paulo.
Añadan a esta nómina un príncipe musulmán, Alí Khan, destinado a heredar el reinado espiritual de su padre sobre los ismaelitas -secta escindida del chiismo, cuyos fieles anualmente le daban al guía su peso, considerable, en brillantes-, que se casó con Rita Hayworth cuando era Gilda reciente, hundiéndola en la miseria, y que fue, finalmente, desposeído del título por su padre. Alí Khan murió, como Porfirio Rubirosa y el tardío playboy egipcio Dodi Al Fayed -que usaba la pensión que le pasaba su padre, el dueño de Harrods, para seducir a Lady Di-, de lo que se conocía entonces como "muerte de playboy": estrellarse con su coche -los veteranos cascaban en Ferrari-, después de una noche de juerga, en los sitios más absurdos de París; fuese el Bois de Boulogne (Rubirosa), el barrio periférico de Suresnes (Alí Khan) o el Puente del Alma (Al Fayed).
Sigan añadiendo: el dueño de la Fiat, Gianni Agnelli -sobre todo, cuando solo era heredero-, y los hoteleros Hilton. Conrad padre y Conrad hijo (conocido como Nicky, el primer marido de Elizabeth Taylor, y tío abuelo de la señorita Paris) llegaron a compartir a una habitual conquista (o al revés) de los playboys del momento: la actriz (o vaya usted a saber) de origen húngaro Zsa-Zsa Gabor, quien, por cierto, a la hora de escribir estas líneas les ha sobrevivido a todos.
Porque las mujeres viven más, no importa que sean pareja de un oficinista o de un playboy. Ahí tienen a Tita Cervera, sin ir más lejos. La baronesa pictórica es una de las grandes seducidas-seductoras que han triunfado por encima de los hombres de su vida. Cuando lo fácil habría sido que pasara del venezolano Espartaco Santoni -un playboy muy menor, pero altamente bullanguero, que terminó sus días haciendo el indio en Marbella, protegido por Gil y Gil- a otro de inferior categoría, sorprendió a todos casándose nada menos que con uno de los privilegiados miembros del ramillete original: el barón Von Thyssen, que en sus tiempos fue un punto filipino, y cuya familia también tuvo relaciones comerciales con, esto, los nazis.
Marbella: otra palabra con retranca, cuya sola mención me lleva a nuestro más genuino playboy local (al menos, nos toca la mitad), el germano-español príncipe Alfonso de Hohenlohe (y muchos títulos más: fue bautizado por Alfonso XIII en el Palacio de Oriente), el hombre que fundó el Marbella Club y que convirtió a esta localidad en un enclave del turismo millonario internacional.
Ahora conviene que les diga que la primera vez que escuché la palabra playboy fue en casa, con motivo de una "boda del año" que acababa de celebrarse. Alguna parienta trajo una revista -no había televisión, ni siquiera en blanco y negro-, y las adultas se arrojaron como hienas sobre ella. "Mira, nena, con 15 años y se ha casado con un príncipe que, además, es playboy", me aleccionó una tía (carnal), admirativa. Me sentí fatal, porque yo ya tenía 13, y no apuntaba maneras.
En aquel tiempo -estoy hablando de 1955-, el hecho de que Alfonso de Hohenlohe se casara con la princesa Ira de Fürstenberg, siendo ella una menor, a nadie le pareció política ni moralmente incorrecto. Qué suerte tiene la novia, pensaba todo el mundo. "Y él", añadían los viejos cucos. La verdad es que Ira era una niña prodigio con un cuerpazo de mujerona espectacular y unos ojos de garza sensacionales. Más adelante, resultó ser una dama prodigiosa: a los 20 años se fugó con otro playboy, el mencionado brasileño Baby Pignatari, que le doblaba la edad. Y creo que también sigue viva ahora que, por fin, todos los playboys de pata negra reposan bajo sus respectivas malvas. También Brigitte Bardot, el principal trofeo femenino de Gunther Sachs, está tan pimpante.
Muchos años más tarde, cuando yo ya ejercía el periodismo, aunque fuera rosa, me crucé en varios reportajes con Alfonso de Hohenlohe y sus túnicas. Era un hombre encantador, muy cumplido con la prensa -que por entonces no les plantábamos a los famosos la alcachofa en la boca, como ahora-, que a la sazón tenía una segunda esposa, Jackie Lane, que había sido actriz (por así decirlo), y que cobijaba en uno de sus bungalows de lujo y rodeados de césped a Lita Trujillo, casada con otro playboy (hijo del dictador Rafael Trujillo), el indescriptible Ramsés, también conocido como Ramfis.
Marbella fue el destino natural de los playboys secundarios, o de aquellos que vivían de las señoras y daban en llamarse así; o simplemente, de vividores. Allá fueron a parar discípulos tardíos del playboyismo, como el exmarido de Carolina de Mónaco, Philippe Junot -supe por una fuente que "trataba muy bien al servicio"-, el simpático Espartaco Santoni o el vivales Jaime de Mora y Aragón. Eran, ya, otros percales. De Santoni, recuerdo a una actriz española muy guapa -de los años setenta: no voy a nombrarla- que cayó en sus redes. "¿Cómo puedes?", le pregunté en privado, horrorizada. Hizo un gesto expresivo con las manos -pueden imaginarlo: el tamaño importa- y añadió: "Me manda rosas cada día y un Rolls-Royce con su chófer para recogerme. ¿Quién puede resistirse?".
Al parecer, lo de las rosas funcionaba con cierto tipo de mujer en aquella época. Gunther Sachs conquistó a Brigitte Bardot a fuerza de arrojárselas a centenares -qué agobio-, desde su avión privado, sobre la finca que la estrella francesa poseía en Saint-Tropez. Un Saint-Tropez que hoy, desnaturalizado, asaltan jeques en superyates y megamillonarios del boom financiero que ya no se esfuerzan en conquistar mujeres: compran rápido y escupen deprisa.
Los playboys de verdad habían recibido una exquisita educación en colegios europeos, frecuentaban las carreras de coches deportivos -a menudo, los pilotaban-, jugaban al polo o introducían el pádel en sociedad (Hohenlohe), y destacaban, en el mundo anterior al 68, como portadores de un cuento de hadas que, invariablemente, terminaba bruscamente con el aterrizaje de la princesa en la realidad, mientras ellos volvían a empezar.
Sin embargo, en el circuito de mujeres disponibles, cuyos nombres se repetían en el carnet de citas de estos individuos, se jugaba con reciprocidad. Linda Christian -la abuela de la desaparecida Ylenia Al Bano y Power, por definirla en lenguaje televisivo actual-, Anita Eckberg -protagonista de La dolce vita y amante, entre otros, de Agnelli-, Zsa-Zsa Gabor, Bettina y otras muchas modelos... De una forma u otra fueron recompensadas. Porque ellos podían ser truhanes pero, no lo olvidemos, también fueron caballeros al servicio -temporal- de sus damas.
@el_pais:

viernes, 11 de noviembre de 2011

El origen de las nota musicales (Guido de Arezzo)

Guido de Arezzo (995-1050) es considerado el "padre de la música", en la primera mitad del siglo XI. Fue quien dio nombre a las notas musicales, inspiradas en las sílabas iniciales de unos versos dedicados a San Juan Bautista, "Ut queant laxis" e ideó el pentagrama.
Ut queant laxis

Re sonare fibris

Mi ra gestorum

Fa muli torum

Sol ve polluti

La bii reatum

Sancte I ohannes

"Para que tus ciervos puedan exaltar a plenos pulmones las maravillas de tus milagros perdona la falta de labios impuros, San Juan ".
En un principio, la nota DO se llamó UT. Hoy en día sólo se utiliza en el idioma alemán y para el Canto Gregoriano. La nota SI se forma por las iniciales de: Sancte Iohannes.
Fuente: http://www.culturizando.com/2011/11/nota-curiosa-el-origen-de-las-notas.html
@Culturizando

jueves, 10 de noviembre de 2011

Goleman: la eficiencia está entre el aburrimiento y el estrés

El psicólogo estadounidense Daniel Goleman habla sobre las implicaciones que en el mundo corporativo tiene aplicar la inteligencia emocional y su relación directa con la productividad de las empresas en estos días
El autor, psicólogo y periodista Daniel Goleman generó gran interés en el papel que juegan las emociones en el pensamiento, la toma de decisiones y el éxito individual cuando publicó el libro Inteligencia emocional en 1995. Esta obra terminó convirtiéndose en un bestseller internacional y Goleman logró dos nominaciones a los premios Pulitzer y un puesto en el top ten de los intelectuales más destacados del mundo de los negocios según Accenture Institute for Strategic Change.
Tras su reciente visita a España como conferenciante del foro para directivos Expomanagement, Goleman explica a Universia-Knowledge@Wharton las implicaciones que en el mundo corporativo tiene aplicar la inteligencia emocional y su relación directa con la productividad de las empresas hoy en día.
El psicólogo está convencido de que la inteligencia emocional está ganando peso en las estructuras empresariales, aunque reconoce que la velocidad es diferente según los países. “Bajo el patrón de la inteligencia emocional, las compañías pueden calcular las posibilidades de éxito de un individuo con mayor precisión que si sólo evaluaran su coeficiente intelectual”, un aspecto clave cuando contar con los mejores profesionales es cada vez más importante para sobrevivir al entorno económico, explica Goleman.
Para demostrar su teoría, este psicólogo utiliza como ejemplo el desempeño profesional de quienes en su día podían haber sido compañeros de colegio: “El mejor de la clase, con un alto grado de coeficiente intelectual, ha resultado tener un éxito laboral inferior a otro alumno que era un estudiante promedio. La diferencia entre ellos radica en que el segundo es capaz no sólo de controlar sus propias emociones, sino también de influir positivamente en los grupos de trabajo. Todos quieren trabajar con él”.
Esta capacidad para mediar en el estado de ánimo de un grupo está considerada como una de las virtudes de la inteligencia emocional que define Goleman. “Cuando se es el líder de un equipo de trabajo, el impacto que se tiene sobre el estado emocional del conjunto es mayor. Todos están atentos al humor del jefe y se amoldan a él”, asegura. En su opinión, “las oscilaciones en los estados anímicos se ven reflejadas en los niveles de la producción. Se tiende a la baja cuando el grupo está deprimido y al alza en el caso opuesto”.
Así como el ánimo del líder es evaluado por los empleados, también lo son sus acciones. Por eso, Goleman asegura que la tendencia que siguen algunas empresas en España de anunciar grandes despidos a través de los medios de comunicación, sin informar adecuadamente antes a su personal, es un grave error. “Cuando una organización se ve obligada a tomar estas medidas drásticas, es necesario que se pare a pensar cómo las realizará y el impacto que tendrán sobre el estado de ánimo de quienes permanecen en la compañía”, explica.
En lo que va de año, la empresa de telecomunicaciones Telefónica ha sido una de estas compañías, anunciando un expediente de regulación de empleo (ERE) que afecta a 6.500 personas de su plantilla en España. Goleman no cuestiona esta decisión empresarial, sino el hecho de anunciarla antes de tener claro exactamente el número de afectados, ya que sólo unos días después de que se diera a conocer la noticia, el grupo amplió la reestructuración a 8.500 empleados, para luego volver a la cifra inicial. El psicólogo apunta que estas decisiones “generan un gran temor e inestabilidad dentro de las empresas. Las compañías necesitan mantener su ritmo productivo, incluso superarlo, por lo que es necesario un mensaje donde se explique que, desgraciadamente, tienen que dejar ir a una parte del personal para la supervivencia de la empresa. Pero, cuando la situación mejore, se abrirán las puertas para que vuelvan”. Este mensaje se debe realizar, según este experto, de forma sincera y no sólo en los medios de comunicación como una medida de imagen, sino simultáneamente con los empleados. Por eso, aplaude actuaciones como las del productor siderúrgico ArcelorMittal en España, que negoció hasta el último detalle de su proceso de reestructuración con los representantes de la fuerza laboral antes de comunicar la medida al resto del mercado.
Formación
Ante el importante impacto que tiene la inteligencia emocional en la cuenta de resultados de una compañía, Goleman considera que las universidades y las escuelas de negocios deberían convertir esta filosofía en una nueva asignatura del plan de estudios. A su entender, las instituciones académicas centran sus esfuerzos en enseñanzas técnicas y dejan a un lado otros aprendizajes más sociales. Pero, ¿qué se puede hacer en un país como España donde la edad media de los primeros ejecutivos de las grandes compañías ronda los 70 años y ya no van a pasar por la universidad?
Este experto reconoce la dificultad de inculcar estos conocimientos a quienes han desempeñado durante muchos años el mismo cargo y nunca han tenido en cuenta la inteligencia emocional. Para Goleman, la respuesta es sencilla: “Sólo cambiarán si realmente quieren hacerlo”. Y como ejemplo, utiliza a los directivos estadounidenses, que rotan en el cargo cada cuatro o cinco años, mientras que en España la tendencia es a mantenerse en su posición. De hecho, Telefónica y el banco BBVA, por ejemplo, utilizaron la última modificación de sus estatutos para ampliar el límite de edad de sus consejeros de administración para no tener que iniciar un proceso de sucesión de sus primeros ejecutivos.
Pero además, cambiar viejos hábitos no es fácil. A pesar de que la disposición es el primer paso, el reto de empezar a utilizar la inteligencia emocional consiste en dedicarle mucho tiempo y esfuerzo. Daniel Goleman explica que, “al principio, el ejecutivo se sentirá forzado, como si estuviera realizando acciones contranaturales. Sin embargo, en un plazo de tres a seis meses, según el grado de esfuerzo, el directivo empezará a adoptarlo como una actitud natural”. Por supuesto, la edad influye a la hora de hablar de cambios, sobre todo porque será más difícil cambiar un hábito cuanto más arraigado está.
Para iniciar el cambio, Goleman recomienda a los directivos que “conversen sinceramente con sus equipos de trabajo y conozcan qué actitudes o acciones afectan al grupo. Con las respuestas obtenidas, el líder podrá rectificar sus comportamientos, algunos de los cuales realiza inconscientemente. Cuando el ejecutivo hable con sus empleados sobre sus actitudes negativas, seguro que se llevará una buena sorpresa”, aunque para eso hace falta exponerse a las críticas sin miedo y, por supuesto, sin resentimientos.
Con buena disposición y conociendo en qué debe mejorar, el directivo está listo para aprender la lección más importante: el autocontrol. “Un individuo no puede esperar controlar a un grupo cuando es incapaz de controlarse a sí mismo”, apunta el psicólogo.
Con la adquisición de estos nuevos aprendizajes, el líder podrá moldear el ambiente laboral de su grupo y obtener mejores resultados a partir de cómo es percibido por sus empleados”. Para este gurú estadounidense, los ejecutivos que proporcionan una dirección y visión a largo plazo, los que él denomina visionarios, y los que desarrollan a los empleados para el futuro, conocidos como orientadores, son quienes tienen un mayor impacto positivo sobre el clima laboral. Sin embargo, “aquellos que presionan para la realización de las tareas, es decir, el líder que marca la pauta, y los que exigen obediencia, con un perfil autoritario, son quienes más deprimen a los grupos”.
La influencia de los líderes en sus grupos de trabajo se ve intensificada cuando la empresa está involucrada en una crisis. “En los momentos difíciles, los empleados empiezan a observar a sus superiores como si fueran sus padres. Los convierten en un modelo a seguir, estudian sus estados de ánimo y terminan por copiar la actitud, positiva o negativa”, explica Goleman. En estas situaciones, el autor de Inteligencia emocional recomienda ser claros y transparentes porque eso ayuda al desempeño conjunto de la organización: “Hay ocasiones en los que es necesario pararse a hablar con el personal de la empresa y admitir que son tiempos complicados, por lo que se pedirá el mayor esfuerzo de todos los miembros”.
En este sentido, Goleman también se refiere a los abusos que algunas empresas cometen cuando se inician reestructuraciones y se sobrecarga al personal, que aguanta la situación mientras planea el fantasma del despido. “Los esfuerzos que se soliciten en tiempos difíciles no deben ser absurdos, sino justos. El líder debe encargarse de mantener a su personal en un estado mental intermedio entre el aburrimiento y el estrés. Concentrarlo en un punto donde el individuo sienta presión, pero tenga la capacidad de adaptarse a las situaciones y cambiar con innovación su entorno”, matiza.
Para fortalecer la relación con los empleados, el psicólogo recomienda conversar directamente con cada trabajador o miembro del equipo y no abusar de la tecnología. “El problema de la tecnología es que se pierde una parte potencial del mensaje por la falta de emociones corporales”, explica. En su opinión, las señales que emite el cuerpo humano es una parte más de las muchas piezas que hay que tener en cuenta a la hora desarrollar la inteligencia emocional.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Alfonsina Storni (1892-1938) y su soledad

Alfonsina Storni Martignoni nació el 22 de mayo de 1892 en Sala Capriasca, Suiza. Hija de Alfonso Storni y Paulina Martignoni, es la tercera descendiente de la familia, sus hermanos Romeo y María nacieron en 1887 y 1888 respectivamente.
A los cuatro años la familia regresa a San Juan, Argentina, donde residían. A los siete nace su hermano Hildo.
Desde su llegada a San Juan la familia está en una situación miserable. Se trasladan a Rosario en 1901 y prueban suerte con un Café Suizo en el que Alfonsina limpia y sirve.
Con 12 años Alfonsina escribe su primer poema, triste y centrado en la muerte, y lo deja bajo la almohada de su madre para que esta lo lea. A la mañana siguiente, mediante varios coscorrones, su madre le explica que la vida es dulce.
Su padre, depresivo y alcoholico, fallece en 1906 y Alfonsina, que no para de escribir poemas, entra a trabajar en un taller de gorras.
Su madre, Paulina, se casa de nuevo y se traslada a Butinza, allí continúa dando clases de música y canto. Alfonsina se traslada a Coronda para estudiar Magisterio, trabaja como celadora en la escuela, pero el dinero que le queda tras pagar la pensión no le da para vivir y tiene que hacer escapadas a Rosario para cantar en un teatrillo como corista. Se descubre en Coronda su trabajo como cantante y Alfonsina piensa en suicidarse tirándose al agua. Al año siguiente, en 1991, obtiene el título de maestra y ejerce ese otoño en una escuela de Rosario.
Publica sus primeros versos en las revistas Mundo rosariano y Monos y Monadas y tiene su primer desengaño amoroso con un hombre casado mayor que ella que la deja embarazada. Alfonsina, avergonzada, se refugia en Buenos Aires y da a luz a Alejandro el 21 de Abril de 1912; ella tenía 20 años.
Trabaja como cajera en una tienda y colabora en Caras y Caretas, entra a trabajar como corresponsal psicológico. En esa oficina dicta su primer libro de versos La inquietud del rosal, se lo enseña al poeta Felix B. Visillac que consigue que sea publicado. La revista Nosotros elogia el poemario y desd ese momento Alfonsina entra en el círculo literario de la revista. Se hace conocida y admirada, pero sigue teniendo problemas económicos. Es nombrada directora de un colegio y mientras allí trabaja escribe su segundo libro, El dulce daño.
En marzo de 1918 los nervios la obligan a dejar su puesto de directora y vuelve a entrar en los círculos literarios. Publica su segundo poemario y colabora en Atlántida mientras trabaja como celadora en un colegio.
Publica Iremediablemente en 1919 y la crítica lo ensalza. Al año siguiente la Universidad de Montevideo la invita a dar unas conferencias. Publica Languidez ese mismo año. Le crean una Catedra en el Teatro Infantil Lavardén y allí trabaja enseñando a niños.
Su fama va en aumento, lo que hace aflorar su comportamiento neurótico, se retira a Los Cocos como hará más adelante en su vida varias veces. Tras el Premios Nacional de 1922, el Ministro de Instrucción Pública crea una cátedra para ella en la Escuela Nacional de Lenguas Vivas en 1923.
Sigue publicando poemario hasta que en 1927 estrena una obra de teatro, El amo del mundo, un rotundo fracaso que no aguanta más de tres días en cartel. En los años treinta realiza dos viajes a Europa con su amiga Blanca de la Vega, básicamente para olvidar sus problemas mentales. Tras la vuelta del último viaje se le descubre un tumor en el pecho; se lo extráen con éxito, pero la terapia de rayos es tan dolorosa que no la sigue.
Alfonsina se retrae y apenas sale a la calle. Vive sus últimos años atemorizada por la muerte. El 25 de octubre de 1938 hayan el cuerpo de Alfonsina Storni en la playa de La Perla, en Mar del Plata. Al día siguiente se publica su último poema, Quiero dormir, en La Nación.

VOY A DORMIR

Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme prestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.

Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera;
una constelación, la que te guste;
todas son buenas, bájala un poquito.

Déjame sola: oyes romper los brotes...
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases

para que olvides... Gracias... Ah, un encargo:
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido.
Fuente: http://escritoras.com/escritoras/escritora.php?i=937332543
@ELTIEMPO
http://www.internetika.com.ar/cafepoesia/alfonsina.htm#33.VOY A DORMIR